martes, 15 de septiembre de 2015

WILLIAM TUCKER. CUANDO LA MASA NOS HACE PENSAR





Sobre William Tucker todo o casi todo se ha escrito antes y durante la gran exposición que nos ha ofrecido el Museo Bellas Artes de Bilbao. Como siempre, y dentro de la austeridad que caracteriza a este espacio, nos dio opción a admirar un completísimo recorrido sobre la obra de Tucker. Un artista que impresiona y no solo por el formato de su obra.




Puesto que poco podría añadir a lo ya publicado todos estos días, os dejo aquí una breve reseña de su biografía para pasar más tarde a plasmar el impacto que me supuso admirar esta exposición.

Tucker nació en El Cairo en 1935, de padres británicos que regresaron a Inglaterra cuando el contaba dos años. Aunque hoy es conocido como un escultor de renombre, sus primeros estudios, realizados entre 1955 y 1958, fueron de Historia.

Fue al visitar en Londres una exposición de Escultura cuando decidió su vocación y estudiar Bellas Artes. Entre los profesores en la St. Martin’s School of Art se encontraba Anthony Caro y curiosamente, aunque no lo he visto publicado en prensa, en una de mis consultas encontré un pequeño apunte en el que se decía que fue un aventajado discípulo y seguidor de Caro. 




Una de las obras de esa época, datada en 1967, tiene un marcado sello de su maestro y es muy diferente del Tucker que ahora hemos podido admirar en Bilbao.

Tucker tiene una importante trayectoria como docente de Historia del Arte y posiblemente eso hace que sus obras, aunque nos parezcan abstractas, estén basadas en los clásicos de la mitología y de esa Historia del Arte que él impartió. Cabezas, pies, bustos etc. Aunque nuestra impresión delante de su obra sea otra, se trata de una vuelta a la escultura clásica basada en la masa, el espacio y la escala.





El Bellas Artes nos ha ofrecido un total de 48 obras entre esculturas de diferentes tamaños, la mayoría de gran formato, dibujos y maquetas. En esta exposición se puede observar claramente el giro de su trayectoria desde que comenzó a trabajar la escultura.





Fue, según nos dicen en la biografía, en los años 80 y después de viajar a EEUU, cuando comenzó con los grandes volúmenes. También él mismo dejó constancia en una entrevista de su interés por el trabajo del francés Rodin en cuanto a un trabajo artesanal  desde el modelaje hasta su final en bronce u otro material a pesar de las dificultades que supone trabajar grandes volúmenes según con cual material. Por ejemplo la obra de gran formato fundida en bronce. 




A mi personalmente me fascinó la exposición en su totalidad, pero los carboncillos me parecieron espectaculares primero porque me sentí envuelta por ellos y por su gran tamaño, segundo por como los “sientes” en función de la distancia que tomas con ellos. 




En una referencia al impresionismo diré que lo que puedes “ver y sentir” desde una corta distancia y lo que vas percibiendo según te alejas de ellos, va cobrando otro aspecto muy diferente. Es una sensación mágica.




Y finalmente, quedé encantada con la disposición de la exposición que, como siempre gracias al buen hacer del Bellas Artes, encontré de lo más acertada. El dibujo monumental, junto a las pequeñas maquetas previas al trabajo de los grandes volúmenes, nos ayudan a “trabajar” nuestra visión pero también la mente.




Encontré, en mi opinión, una exposición en la que puedes desarrollar tu comprensión de la obra de forma muy particular.

Por mucho que en un recuadro el título de la escultura y su correspondiente maqueta nos dijera que es un “caballo” (por poner un ejemplo) yo podía hacer una lectura de aquello que tenía delante completamente diferente. No sé si eso es algo que pueda frustrar a un artista, pero para mí como espectadora es lo más grande. El “realizar” mi exposición particular.





Que yo, en mi interior, pueda desarrollar y “crear” algo propio gracias a lo que estoy viendo, o que la obra que tengo delante de mi despierte emociones que posiblemente estén bien alejadas de las que pensaba el propio autor que iban a  provocar.

“La cave”, obra para la que, según he podido leer, se inspiró en “La caverna” del escritor Saramago, es impactante. Creo que nadie puede dejar de sentir una emoción al estar ante ella. Me sentí penetrar en lo más profundo de esa masa imponente.




La obra de Tucker es idónea para estar presente en nuestras ciudades. Esas masas en medio del espacio impactan y emocionan. En Bilbao tenemos una muestra que complementa la hermosa exposición que nos ha ofrecido el Museo. Se trata de Maia en Abandoibarra.




No creo que sea una obra sencilla la de Tucker, ni por supuesto una exposición basada en toda su trayectoria habrá sido lo que entendemos por una exposición fácil ni para todo el público porque creo que su escultura no es una escultura “al uso”. Lo más simple sería decir que es algo abstracto, o clásico, o encasillarla en cualquier otro estilo, pero creo que su grandeza está precisamente en que no es nada de eso, sencillamente es monumental y sobre todo pedagógica. 


 EL ARTISTA Y SU OBRA



NOTA:
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Fuentes utilizadas: artículos publicados por:  Efe, Elmundo.es,  el propio Museo de Bellas Artes, Arte del siglo XX (edit.Taschen)
Para la fotografía: las mismas y la red.


4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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Anónimo dijo...
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Mentxu de la Cuesta dijo...
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