Sobre William Tucker todo o casi
todo se ha escrito antes y durante la gran exposición que nos ha ofrecido el
Museo Bellas Artes de Bilbao. Como siempre, y dentro de la austeridad que caracteriza
a este espacio, nos dio opción a admirar un completísimo recorrido sobre la
obra de Tucker. Un artista que impresiona y no solo por el formato de su obra.
Puesto que poco podría añadir a
lo ya publicado todos estos días, os dejo aquí una breve reseña de su biografía
para pasar más tarde a plasmar el impacto que me supuso admirar esta
exposición.
Tucker nació en El Cairo en 1935,
de padres británicos que regresaron a Inglaterra cuando el contaba dos años. Aunque
hoy es conocido como un escultor de renombre, sus primeros estudios, realizados
entre 1955 y 1958, fueron de Historia.
Fue al visitar en Londres una
exposición de Escultura cuando decidió su vocación y estudiar Bellas Artes.
Entre los profesores en la St. Martin’s
School of Art se encontraba Anthony Caro y curiosamente, aunque no lo he visto
publicado en prensa, en una de mis consultas encontré un pequeño apunte en el
que se decía que fue un aventajado discípulo y seguidor de Caro.
Una de las obras de esa época, datada
en 1967, tiene un marcado sello de su maestro y es muy diferente del Tucker que
ahora hemos podido admirar en Bilbao.
Tucker tiene una importante
trayectoria como docente de Historia del Arte y posiblemente eso hace que sus
obras, aunque nos parezcan abstractas, estén basadas en los clásicos de la
mitología y de esa Historia del Arte que él impartió. Cabezas, pies, bustos
etc. Aunque nuestra impresión delante de su obra sea otra, se trata de una
vuelta a la escultura clásica basada en la masa, el espacio y la escala.
El Bellas Artes nos ha ofrecido
un total de 48 obras entre esculturas de diferentes tamaños, la mayoría de gran
formato, dibujos y maquetas. En esta exposición se puede observar claramente el
giro de su trayectoria desde que comenzó a trabajar la escultura.
Fue, según nos dicen en la
biografía, en los años 80 y después de viajar a EEUU, cuando comenzó con los
grandes volúmenes. También él mismo dejó constancia en una entrevista de su
interés por el trabajo del francés Rodin en cuanto a un trabajo artesanal desde el modelaje hasta su final en bronce u
otro material a pesar de las dificultades que supone trabajar grandes volúmenes
según con cual material. Por ejemplo la obra de gran formato fundida en bronce.
A mi personalmente me fascinó la
exposición en su totalidad, pero los carboncillos me parecieron espectaculares primero
porque me sentí envuelta por ellos y por su gran tamaño, segundo por como los
“sientes” en función de la distancia que tomas con ellos.
En una referencia al
impresionismo diré que lo que puedes “ver y sentir” desde una corta distancia y
lo que vas percibiendo según te alejas de ellos, va cobrando otro aspecto muy
diferente. Es una sensación mágica.
Y finalmente, quedé encantada con
la disposición de la exposición que, como siempre gracias al buen hacer del
Bellas Artes, encontré de lo más acertada. El dibujo monumental, junto a las
pequeñas maquetas previas al trabajo de los grandes volúmenes, nos ayudan a
“trabajar” nuestra visión pero también la mente.
Encontré, en mi opinión, una
exposición en la que puedes desarrollar tu comprensión de la obra de forma muy
particular.
Por mucho que en un recuadro el
título de la escultura y su correspondiente maqueta nos dijera que es un
“caballo” (por poner un ejemplo) yo podía hacer una lectura de aquello que
tenía delante completamente diferente. No sé si eso es algo que pueda frustrar
a un artista, pero para mí como espectadora es lo más grande. El “realizar” mi
exposición particular.
Que yo, en mi interior, pueda
desarrollar y “crear” algo propio gracias a lo que estoy viendo, o que la obra
que tengo delante de mi despierte emociones que posiblemente estén bien
alejadas de las que pensaba el propio autor que iban a provocar.
“La cave”, obra para la que,
según he podido leer, se inspiró en “La caverna” del escritor Saramago, es
impactante. Creo que nadie puede dejar de sentir una emoción al estar ante
ella. Me sentí penetrar en lo más profundo de esa masa imponente.
La obra de Tucker es idónea para
estar presente en nuestras ciudades. Esas masas en medio del espacio impactan y
emocionan. En Bilbao tenemos una muestra que complementa la hermosa exposición
que nos ha ofrecido el Museo. Se trata de Maia en Abandoibarra.
No creo que sea una obra sencilla
la de Tucker, ni por supuesto una exposición basada en toda su trayectoria
habrá sido lo que entendemos por una exposición fácil ni para todo el público
porque creo que su escultura no es una escultura “al uso”. Lo más simple sería
decir que es algo abstracto, o clásico, o encasillarla en cualquier otro
estilo, pero creo que su grandeza está precisamente en que no es nada de eso,
sencillamente es monumental y sobre todo pedagógica.
EL ARTISTA Y SU OBRA
NOTA:
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que interesen.
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Fuentes utilizadas: artículos publicados por: Efe, Elmundo.es, el propio Museo de Bellas Artes, Arte del siglo
XX (edit.Taschen)
Para la fotografía: las mismas y la red.
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